4.6.13

EL RIO GRANDE DE SANTIAGO...

El río Santiago: simulación oficial ante el desastre socioambiental

El niño Miguel Ángel López Rocha cayó accidentalmente al río, mientras jugaba con sus amigos. Días más tarde murió por intoxicación con arsénico. Éste es en caso emblemático entre los muchos ríos contaminados del país.
Laboratorio Multimedia para la Investigación Social - UNAM
El Salto, Jal. El 26 de enero de 2008, el niño Miguel Ángel López Rocha cayó accidentalmente al Río Santiago, mientras jugaba con sus amigos. Días más tarde, el 13 de febrero, murió. Intoxicación por arsénico, fue el diagnóstico.
El Santiago es un caso emblemático entre los muchos ríos contaminados del país. Nace en el Lago de Chapala, alimentado por el Río Lerma desde el estado de México, que cruza las montañas de Querétaro, Guanajuato y Michoacán hasta llegar a Jalisco. Las personas más afectadas por la contaminación de este río habitan en El Salto y Juanacatlán, en la zona de la cascada. Es ahí donde la presión de la caída agita, dispersa y aeroliza gases tóxicos como ácido sulfhídrico, benceno, mercurio, arsénico, cromo, plomo y furano. Además, se favorece la mezcla y descomposición de químicos y materia orgánica, reacciones que producen espuma blanca.
Hace muchos años este salto de agua era conocido como “el Niágara mexicano”, por su belleza y abundante biodiversidad. El río fue la base para el asentamiento de familias que darían origen a los municipios que hoy conocemos como El Salto y Juanacatlán. Durante décadas, fue un centro de atracción turística y de práctica de deportes acuáticos. Los habitantes se dedicaban a la pesca, agricultura y ganadería.
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Aguas abajo de la cascada había barrancas y fértiles praderas de árboles frutales. A finales del siglo XIX se instaló la presa hidroeléctrica más grande del país y la primera en América Latina, que aprovechó la fuerza del agua de la cascada para generar electricidad y abastecer a la fábrica “Textil Manufacturera Río Grande”, asentada ahí mismo y que después cambió su nombre a “Nunatex”.
Esta iniciativa fue crucial para la posterior instalación de uno de los corredores industriales más grandes y contaminantes de todo el país, a finales de los años sesenta. En aras del desarrollo industrial nacional, y específicamente por la decisión de Luis Echeverría, este corredor se instaló en la ribera del río Santiago para aprovechar los abundantes recursos hídricos de la región. Este impulso inicial de industrialización propició una desordenada urbanización, provocada por la alta demanda de fuerza laboral, los flujos migratorios de otras regiones en busca de trabajo, y la insuficiente infraestructura de servicios para cubrir las necesidades de los nuevos habitantes.
De 1990 a la fecha, la contaminación ambiental de la zona de Juanacatlán, El Salto y otros municipios río abajo como Tolototlán y Puente Grande, se ha ido exacerbando a niveles intolerables. El Santiago recibe las aguas provenientes de residuos municipales; de las actividades productivas de las industrias; y de los desechos y lixiviados depositados en el basurero municipal. En suma, quienes ahí viven se enfrentan a todas las fuentes posibles de contaminación del agua, el aire y el suelo, por los gases y residuos peligrosos, además de estar altamente expuestos a accidentes y contingencias industriales.
A lo largo de estos años, las comunidades asentadas en la ribera del río han emprendido una serie de acciones colectivas para denunciar la tragedia ambiental que enfrentan, con lo que han logrado visibilizar la gravedad de la situación y el vínculo que hay entre las terribles enfermedades y el problema de contaminación.
Al respecto, el gobierno ha tenido que responder con una serie de políticas para incidir en la resolución del problema. Una de las respuestas ha sido la construcción de las plantas de tratamiento de aguas residuales “Agua Prieta”, al norte de la ciudad de Guadalajara, y “El Ahogado”, al sur, así como el túnel colector San Martín. Obras que han sido anunciadas con bombo y platillo, que comenzaron a operar en 2012, pero que están lejos de resolver el problema que se vive en El Salto y Juanacatlán, cuyos habitantes continúan resintiendo los efectos de la contaminación. Esto porque dichas plantas de tratamiento atacan el problema de las descargas municipales, más no el de las descargas que provienen del corredor industrial y del basurero, que están identificadas como las más contaminantes.
Y es que las plantas de tratamiento funcionan con una cepa que trata de manera biológica el agua, un proceso que solamente sirve para limpiar la materia orgánica presente en el drenaje, pero no las aguas industriales, cargadas de sustancias peligrosas. Si se dejaran ingresar las aguas industriales a la planta de tratamiento la cepa moriría y todo el mecanismo se echaría a perder.
Lo cierto es que, desde que ambas plantas están funcionando, ya no hay nubes de espuma recorriendo las calles de El Salto y Juanacatlán. Tampoco hay mal olor, y el agua, aunque no es cristalina, permite reflejarse en ella. A un costado de la cascada se ha instalado un mirador de concreto, y en los alrededores una pista para correr; para que aquellos que se atrevan, puedan hacerlo mientras el -presente pero imperceptible- ácido sulfhídrico llena sus pulmones. Tal y como comenta una habitante de El Salto: “Para nosotros es una tristeza ver un río limpio pero en el que no te puedes meter, ni tomar agua. Mis padres, mis abuelos venían a pescar, hacían el caldo con la misma agua. Y aunque parece limpio no lo está. Y hace que la gente se conforme pero lo que enferma y mata permanece”.
Mientras tanto en la televisión local, la Comisión Estatal del Agua de Jalisco difunde las obras realizadas durante el “sexenio del saneamiento” (2007-2013), y presume que nunca antes se habían invertido tantos recursos en esta materia. Hace dos años y medio, en septiembre de 2010, el gobierno estatal publicó un decreto por el cual se estableció el Polígono de Fragilidad Ambiental (POFA) de la Cuenca de El Ahogado, que comprende una superficie aproximada de 745.77 km2 que abarca los municipios de Tlaquepaque, Tonalá, El Salto, Zapopan, Tlajomulco de Zúñiga, Juanacatlán, Zapotlanejo, Guadalajara, Ixtlahuacán del Río y Tala. De acuerdo con el decreto, el plan de manejo de dicho perímetro incluye más de cincuenta acciones, basadas en las recomendaciones que la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco emitió en 2009, para remediar la contaminación del río Santiago.
Según el Inventario de Descargas de Aguas Residuales en el estado de Jalisco, de la gerencia regional de la Comisión Nacional del Agua, se han identificado 280 industrias en la zona, pertenecientes al ramo agropecuario, farmacéutico, químico, de alimentos y bebidas, textil, y de papel; y de las cuales 266 vierten directamente sus desechos al río Santiago, entre las que se encuentran: Celanese Mexicana, Ciba Especialidades Químicas, IBM de México, Compañía Nestlé, Industrias Ocotlán y Harinera de Maíz Jalisco. Además, de acuerdo con Vanessa Robles, existen 80 fundidoras clandestinas que también vierten sus desechos al río.
Para algunos de los habitantes de El Salto, la “macroplanta” de tratamiento es un elefante blanco que está generando jugosas ganancias para las empresas que participan en su gestión, pero está lejos de aportar una solución real al problema de contaminación. Ante esto, muchos de los habitantes de esta localidad siguen denunciando las nuevas condiciones en las que se enmarca el conflicto, al mismo tiempo que continúan trabajando a nivel comunitario, impulsando una huerta y un vivero para la reforestación de la zona con plantas de la región. “Nosotros tenemos que recuperarnos para poder recuperar este paraíso. ¿Cómo podemos recuperarnos? ¿Cómo podemos hacer las cosas mejores?” Son las preguntas que los habitantes de El Salto se hacen cotidianamente.

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