De acuerdo con el análisis realizado por investigadores de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), las zonas de la cuenca del Río Santiago con mayores niveles de contaminación del agua coinciden con los lugares donde las tasas de mortalidad han sido más altas en los últimos años.
Este sábado, presentamos este estudio junto con la UCSS en la Asamblea Regional de Afectados Ambientales, a unos metros de la cascada del Salto de Juanacatlán, símbolo de esta trágica situación. 
Después de haber revelado un estudio del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA)  que indica entre otras cosas que la industria es la mayor fuente de contaminación de la cuenca y que hay más de 1000 sustancias químicas en el río, comprobamos otra vez que la situación de la cuenca es grave, que la contaminación del agua nos afecta a tod@s y particularmente a todas aquellas personas viven en las inmediaciones lo que significa vivir permanentemente en riesgo físico y poner su salud en juego.
Lo más grave es que ante esta realidad no se tomen medidas para que los responsbles de esta contaminación dejen de descargar sustancias químicas tóxicas. Los esfuerzos para revertir esta situación son muchas veces superficiales y no atacan la raíz del problema. 
¿De qué sirve “sanear”, “limpiar” o “descontaminar” cuando se siguen descargando sustancias tóxicas en el agua? ¿Acaso es imposible prevenir la contaminación de un río? 
En la asamblea, las historias de afectaciones y las tragedias humanas son más que conmovedoras, huelen a una cruda verdad que algunos prefieren ignorar; los recursos naturales y sus guardianes están siendo aplastados por el mal-desarrollo y ello genera riesgos permanentes para los afectados directos y la sociedad en general. 
El río Grande de Santiago es el mejor ejemplo de ello, antes fuente de alimento, ingresos y diversión, ahora se ha convertido en la desgracia de los pueblos de la barranca quienes están en constante peligro por la contaminación del recurso natural que era fuente de vida. Los turistas que venían de paseo los fines de semana se olvidaron de él; y las autoridades y la industria se olvidaron de los que nacieron a las orillas del río y quienes hoy viven en riesgo tóxico.