9.6.11

JORGE ROCHA

Regiones ganadoras y regiones perdedoras

Una de las peores falacias de nuestro tiempo es creer y hacernos creer que el desarrollo de un país se equipara con las dinámicas de acumulación y concentración del capital. Cuando gobiernos, empresarios, académicos y algunos representantes de organizaciones civiles enarbolan el discurso de que la inversión privada, la competitividad y la atracción de capitales extranjeros son la clave del desarrollo, lo que realmente están defendiendo es la necesidad de expansión del capitalismo global. Esto puede sonar a una frase vacía, sin embargo una de las formas más nítidas de reconocer esta dinámica es que siempre hay ganadores y perdedores. Ricos que acumulan más, pobres que no salen de su condición y sectores que se empobrecen a pesar de que los productos internos brutos crecen.

Entre los ganadores y perdedores también podemos encontrar regiones y lugares. Existen sitios desafortunados que tienen que subordinarse al desarrollo de las zonas ganadoras, ya sea porque tienen que ceder sus recursos para que estas regiones logren sus propósitos de acumulación de capital, porque los lugares perdedores se convierten en los depositarios de los múltiples desechos de las zonas ganadoras o porque simplemente al no ser parte de los ganadores es un mundo de recursos monetarios escasos, son víctimas del abandono y con ello permiten que las zonas ganadoras sigan concentrando los apoyos, las ganancias, las inversiones, los proyectos y los beneficios de las políticas públicas.

Lamentablemente el estado de Jalisco se ha convertido en un ejemplo claro, nítido y fehaciente de estas tendencias. La Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) es la gran región ganadora, que so pretexto de aglutinar a la mayor cantidad de habitantes, se ha convertido en un territorio que para existir, necesita depredar lo que las otras regiones tienen. La capital tapatía y los municipios conurbados le ganaron a El Salto, Juanacatlán y Puente Grande al pasarle buena parte de sus aguas contaminadas, su basura y sus desechos. También le ganó a los municipios de la región Norte del estado al acaparar todos los apoyos y las obras viales provocando con ello un serio problema de marginación en ese territorio. La metrópoli se está imponiendo a Temacapulín, Acasico y Palmarejo al pretender inundarlos para obtener agua y además cederle el vital líquido a otra de estas ciudades-regiones ganadoras (León-Silao). Al concentrar la mayor parte de los esfuerzos en seguridad pública le ganó a Jilotlán de los Dolores, donde la violencia y las ejecuciones están a la orden del día. También resultó vencedora al permitirse hacer conciertos gratuitos, obras fastuosas, puentes atirantados, mientras las carreteras del sur de Jalisco, sobre todo aquellas que conectan a Ciudad Guzmán con Autlán de Navarro están intransitables, y eso que aún no llega el temporal de lluvias. La ZMG también gana cuando permite que zonas de culto del pueblo wixárika como Wirikuta se concesionen para explotar minas, mientras que en la ZMG se permite el cierre de espacios públicos para la expresión de la religión mayoritaria. La metrópoli vuelve a derrotar a los otros territorios cuando con la fuerza pública despoja a campesinos y pescadores de Tenacatita de sus tierras, porque su costa fue elegida para promover el “gran turismo”. Por supuesto que también gana la gran capital cuando la plataforma política para ser gobernador de Jalisco es ser presidente municipal en alguna de las demarcaciones que integran la ZMG.

Las necesidades de las y los habitantes de las regiones ganadoras se imponen por decreto, y sobre todo para los que viven en las zonas ganadoras de las regiones ganadoras, porque no todos los sitios de la metrópoli son tan favorecidos, sólo hay que ver el ejemplo de las y los que habitan el oriente de la ciudad. Si comparamos la obra pública en el oriente y el poniente de la ZMG, es evidente que la última ha resultado la más favorecida desde hace tres lustros.

Para los perdedores no hay opción más que aceptar que viven en un territorio subordinado y periférico. A los habitantes de El Salto y Juanacatlán hasta les mandaron la fuerza pública cuando pretendieron cerrar el basurero de Los Laureles, con los municipios del norte ni siquiera le dieron seguimiento a sus pretensiones de deslindarse del estado de Jalisco por el abandono en el que están. A los de Temacapulín, Palmarejo y Acasico los engañaron con un supuesto diálogo que sólo sirvió para medir sus fuerzas, para ratificar que su territorio no es importante y luego para descalificar a los que no están de acuerdo, acusándolos de fanáticos, “pues qué nunca se han cambiado de casa, no les pasa nada”, expresó el titular de la Comisión Estatal del Agua. Las necesidades de unos pesan mucho (las regiones ganadoras), las necesidades de otros no pesan casi nada (las regiones perdedoras). En realidad ninguna de las dos necesidades pesa, y más bien sólo una se impone: la necesidad de acumular y concentrar el capital, a lo que muchos ingenuamente y otros perversamente le siguen llamado promoción del desarrollo.

Todo esto provoca que tengamos: jaliscienses de primera clase, jaliscienses de segunda, tercera y cuarta clase; y capitales de primerísima clase, y gobiernos que actúan en función de las necesidades de las personas que viven en las zonas ganadoras dentro de las regiones ganadoras. Estas dinámicas propician un círculo vicioso de desigualdad regional, marginación, exclusión, pobreza y violación de los derechos humanos, que sólo se podrá romper cuando consideremos que todas las regiones y todas las personas tienen efectivamente los mismos derechos, sobre todo el derecho a decidir sobre su territorio.

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