7.4.11

Guadalajara se une a la protesta con decenas de ciudades

¡Estamos hasta la madre!: 700 tapatíos se manifiestan en contra de la violencia

MAURICIO FERRER

Centenares de personas de todos los extractos sociales ayer en la manifestación
Centenares de personas de todos los extractos sociales ayer en la manifestación Foto: FOTO HÉCTOR JESÚS HERNÁNDEZ

Ikal tiene apenas cinco meses de edad, no camina, no sabe decir cuándo se hizo en los pañales, no habla, ni siquiera gatea...y ya le tiene “hasta la madre” la llamada guerra contra el narco que en este sexenio ha cobrado la vida de casi 40 mil personas en todo el país.

“Aún no camino y ya me tienen hasta la madre”, se leía en la cartulina que el bebé portaba en su carriola. Tuvo la mala suerte de nacer durante la administración del panista Felipe Calderón, quien prometió Seguro Popular para todos los chamacos. Pero que nunca habló de las balas que a algunos de ellos alcanzarían. Y esa, esa omisión orilló a 700 personas a concentrarse ayer por la tarde en el Monumento a los Niños Héroes en Guadalajara. Setecientas almas al unísono de “¡estamos hasta la madre!” que se escuchó en decenas de ciudades de México, en apoyo al poeta Javier Sicilia –cuyo hijo Juan Francisco murió de forma violenta el 28 de marzo pasado en Morelos–, y en solidaridad también con aquellos que han visto cómo el fuego cruzado se ha llevado a algún pariente cercano.

“Lleva tu memoria, tu capacidad de indignación y de acción. Tu solidaridad y tu ciudadanía para honrar la memoria de los ejecutados y exigir tanto el cese de la violencia, como la acción integral y eficaz de las autoridades locales y federales. No son bienvenidos los partidos políticos, ni las firmas oportunistas: el tema es muy serio”, rezaba la invitación que días antes circuló en redes sociales como Facebook y Twitter.

Fue serio el asunto. Y doloroso. Y triste. Y conmovedor. Y esperanzador a la vez. Una dosis de poesía que comenzó con la lectura del poema El Sobreviviente, del propio Sicilia, en voz de la activista Margarita Sierra, marcó el rumbo de la manifestación. Le siguió al micrófono la ex fiscal especial para los delitos de violencia contra las mujeres de la Procuraduría General de la República, Guadalupe Morfín Otero.

“Callo contigo amigo y que la luz te guíe y nos alumbre, y en el dolor sepamos ser enternecida multitud que se toma las manos y se sabe pronunciar la palabra hermano ahí donde los justos caídos como tú muchacho, comienzan a emerger como árboles poderosos y nos abrazan con su aire limpio”, leyó Morfín en uno de los poemas dedicados a Sicilia.

“¡Que chinguen a su madre aquellos que me jodieron el mantel!”, expresó en otro de sus escritos en el que encerró la preocupación de aquellas madres, amas de casa, esposas, novias que cada día ven cómo sus cónyuges e hijos salen a la calle, con la incertidumbre del regreso al hogar.

“Las voces ciudadanas deben ser escuchadas en los cuarteles, en las policías”, dijo Morfín Otero en entrevista posterior.

Unas voces que se expresan; otras, calladas, silenciadas pero plasmadas en más de una pancarta: “soy Javier Arredondo, tengo 24 años. Terminaba mi tarea y me disponía a mi dormitorio cuando quedé en medio del fuego cruzado de policías y grupos del crimen organizado. Soy un ‘daño colateral’ más en México”, rezaba un pedazo de plástico con silueta humana que portaba un miembro de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU).

Ancianos, niños, mujeres, discapacitados, homosexuales, lesbianas, en silla de ruedas, con bastones, recién nacidos...de todo había en la villa de los que “estamos hasta la madre”.

Pero José Luis Aguilar no pudo decir eso ayer. Sus familiares al menos lo hicieron. Su esposa Verónica, con lona en mano con la imagen impresa de su esposo de 24 años, relató que la última vez que le dijo adiós fue el 17 de enero pasado. “Hace 76 días”. Los tiene contaditos. En esa fecha, José Luis se lo tragó la tierra en el cruce de las avenidas Tonalá y Tonaltecas, en el municipio de Tonalá. Los videos que las autoridades les han mostrado, indican que ahí, en ese punto, fue la última ocasión que se le vio al muchacho, dueño de una empresa de iluminación.

Audiencias con funcionarios de la secretaría particular del gobernador Emilio González Márquez, con el procurador de Justicia, Tomás Coronado Olmos, con personal de Derechos Humanos... con más y más burócratas, y nada, nada.

“Solo cuando aparecen los cadáveres resuelven el caso”, lamentó una de las hermanas del desaparecido quien prefirió omitir su nombre.

“Pobre México, tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos y tan jodido por Calderón”, era el lamento que se leía en una solitaria cartulina pegada en el monumento.

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