4.3.10

BIOTECNOLOGIA AGRICOLA....

Biotecnología agrícola, ¿para quién?
Marx Aguirre Ochoa
Miércoles 3 de Marzo de 2010
En días pasados fue celebrada en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, la Conferencia Técnica Internacional sobre Biotecnologías Agrícolas en los Países en Desarrollo, como evento auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la cual puso en la mesa de análisis nuevamente el debate sobre la biotecnología en nuestro país.

De recordarse que el sector agropecuario desempeña un papel destacado en el desarrollo económico de México y la erradicación de la pobreza. México ocupa uno de los primeros lugares en el mundo en materia de deforestación y la principal causa son las actividades agropecuarias, generando un proceso de agotamiento de los recursos hídricos, en tanto la agricultura consume cerca del 80 por ciento del agua disponible, en un contexto donde más de la mitad del territorio es ya zonas áridas y semiáridas.

En estas circunstancias, la rama de biotecnología que ha registrado la mayor actividad y ha polarizado la discusión sobre el tema ha sido la agrícola. El sector agrícola representa el cinco por ciento del PIB mexicano y más del 20 por ciento de la población depende directamente de esta actividad, especialmente los sectores sociales más desprotegidos: los campesinos y los indígenas.

El sector agropecuario está sumido en una profunda crisis, tanto por su duración como por su condición constante. Sin embargo, frente a estas circunstancias, los productores agrícolas y ganaderos han adoptado distintas estrategias, algunas más exitosas que otras, pero todas con el objetivo de resolver las adversidades. La biotecnología hasta ahora no puede significar que se haya implantado un nuevo patrón tecnológico para la agricultura, más bien sugiere una combinación de métodos provenientes de la revolución verde y la heterogeneidad de los sistemas productivos.

La biotecnología no ha cumplido la expectativa de favorecer a la pequeña producción, a pesar de que técnicamente es factible. De hecho, sólo los sectores empresariales o las compañías transnacionales están en posibilidad de aplicar sus avances. Esta nueva tecnología tiene cuentas pendientes con los pequeños productores, pues aún no los ha beneficiado. No se ha ganado la denominación de tecnología apropiada, toda vez que no ha sido adoptada por las condiciones prevalecientes entre los productores. Hasta ahora las aplicaciones que se han dado en países como México han sido en los sectores que cuentan con condiciones productivas similares a las que se tienen en los países industrializados, es decir, los grandes productores y como podrá suponerse, con resultados exitosos.

Sin embargo la aplicación de la biotecnología en la agricultura mexicana es ya un hecho y de carácter exógeno, en dónde las compañías extranjeras son las que se han encargado de su introducción, obligando a que se continúe en una relación de dependencia tecnológica, con riesgos de que su ulterior desarrollo polarice aún más la estructura social existente.

Es amplio el debate sobre los posibles impactos de los productos de la biotecnología. El maíz es un tema complejo por las múltiples facetas que se tienen que abordar simultáneamente. Un aspecto determinante es “la conservación de los maíces criollos para programas de mejoramiento genético, donde la biotecnología juega un papel importante, sin dejar a un lado la necesidad de rescatar los “componentes culturales y étnicos del maíz”.

A esta polémica se suman los derechos indígenas sobre la biodiversidad en sus territorios. De hecho, algunos consideran que la Ley de Biodiversidad y Organismos Genéticamente Modificados es demasiado permisiva con las grandes multinacionales y se le acusa de ignorar los derechos e intereses de las comunidades rurales del país. Por ejemplo, los agricultores se enfrentan al riesgo de tener que pagar regalías por el uso de semillas que han empleado durante generaciones si su cultivo nativo llegara a contaminarse con algún producto transgénico. Los granos transgénicos están patentados y la corporación propietaria de la patente puede demandar a aquellos campesinos que tengan ese grano en su siembra.

El campo mexicano debe emprender un cambio significativo que aproveche la experiencia de los productores en el manejo de técnicas tradicionales, pero, al mismo tiempo, debe aplicar nuevas tecnologías que den respuesta a la creciente demanda de alimentos que requiere la población. El reto para el país es orientar acciones para “asegurar la seguridad alimentaria mediante la producción de alimentos suficientes, inocuos, accesibles y de calidad”, cuidando en todo momento los recursos naturales y el medio ambiente para aumentar la disponibilidad de semillas, recuperar la fertilidad de los suelos, hacer un uso eficiente del agua y darle valor agregado a la producción primaria.

Las innovaciones de la biotecnología podrían suponer una importante ayuda para duplicar la producción alimentaria para el año 2050 y hacer frente a las incertidumbres que plantea el cambio climático, sin poner el énfasis únicamente en los organismos genéticamente modificados, sugiriendo la prevalencia de los intereses exclusivos de las grandes transnacionales.

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