20.2.10

Los Tempixques, un pueblo que desaparecerá

Esta contaminada población de Zapopan es parte del predio donde se depositarán residuos de la planta de tratamiento de Agua Prieta.

  • Sáb, 20/02/2010 - 06:27

Guadalajara.- Para los visitantes, Los Tempixques es un parque enclavado en la barranca de Huentitán, escondido pero de fácil acceso, en el que encontrarán fauna y flora de diversa índole, además de espectaculares vistas. Para sus habitantes, Los Tempixques es un tranquilo lugar rodeado de cascadas, árboles y cañadas, además del río Santiago, con todos los servicios, y en donde han vivido por décadas. Para la Comisión Estatal del Agua (CEA), es el “Sitio para disposición de lodos El Tempizque [sic]”.

No es un problema sólo de diferencia de percepciones: si el plan de la CEA prospera, Los Tempixques, como lo conocen sus habitantes y los visitantes, tendrá que desaparecer. Un poco como ocurre con Temacapulín, Acasico y Palmarejo, los pueblos alteños que pasarán a la historia si la Comisión Nacional del Agua construye la presa El Zapotillo como la tiene planeada.

La CEA, dentro del Programa Integral de Saneamiento para la zona conurbada de Guadalajara, tiene previsto construir dos plantas de tratamiento: El Ahogado, que saneará la cuenca del mismo nombre, al sur de la ciudad, cerca del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, y que tendrá una capacidad de saneamiento de 2,250 litros por segundo (lps). El costo aproximado de la obra será de 800 millones de pesos (mdp). La otra planta es Agua Prieta, la cual tratará las aguas de la cuenca del Valle de Atemajac (los ríos San Juan de Dios, San Andrés y San Gaspar, prácticamente de toda la zona metropolitana de Guadalajara) y tendrá una capacidad de saneamiento cuatro veces mayor que la de El Ahogado: 8,500 lps. El costo será de 2,000 mdp.

La planta de Agua Prieta estará ubicada al norte de la ciudad, justo donde actualmente se localiza el vaso regulador Valentín Gómez Farías, a un costado de la carretera a Saltillo, frente a Mesa Colorada, en Zapopan; ese vaso provee de agua a la planta de generación de energía eléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) del mismo nombre.

Trescientos metros abajo del vaso regulador se localiza Los Tempixques. Dentro del proyecto se contempla la utilización de un predio para la descarga de “lodos”, producto del saneamiento de las aguas residuales. El predio elegido es una planicie de alrededor de 70 hectáreas que se localiza a un costado de Los Tempixques, todo dentro de la comunidad indígena San Miguel de Mezquitán. Ante esto, la CEA comenzó desde hace más de dos años las negociaciones con los 140 habitantes que tiene el caserío para comprar sus fincas y tierras, ya que la reubicación del poblado, según los vecinos, no está contemplada, aunque la CEA dice que ellos son los que deben decidirlo (ver recuadro anexo).

“La descarga del lodo va a ser aquí”, se quejó Antonio Ruvalcaba Saavedra, habitante del lugar y quien, según vecinos, es de los que no se quieren ir. Otros ya están resignados, como Nicanor María, quien ya está construyendo en donde comienza el camino para bajar al pueblo, a un costado del camino a San Esteban. De los 140 habitantes, Antonio Ruvalcaba aseguró que cuatro familias ya aceptaron la oferta que la CEA les hizo. Agregó que “unos terrenos” que están debajo, cerca del río Santiago, ya los compró la CEA.

Los habitantes, quienes están acostumbrados a la contaminación del río Santiago, pero que aseguran que no les afectan “olores de vez en cuando”, saben que la contaminación va a ser aún mayor con la descarga de “lodos”, pese a que la CEA señala que es material totalmente inerte: “Nos dicen que la gente se puede quedar aquí, pero corriendo los riesgos cada uno”, indicó Antonio Ruvalcaba, pero comentó que otros funcionarios, también de la CEA, les aseguraron “que no es tan malo”.

Sea lo que sea, los habitantes, en su mayoría, ya están contemplando la mudanza: “Nosotros no quisiéramos, pero nos dicen que, si no nos vamos, nos van a sacar”, dijo Mariana María Navarro, esposa de Antonio, quien agregó: “Aunque nosotros no creemos que alguien nos venga a sacar”. A ellos les ofrecieron 120 mil pesos, dijo el esposo, aunque, poco después, realista, se resignó: “Nosotros lo que queremos es que no nos estafen, de por sí no tenemos casi nada [...] a algunos ya les pagaron sus árboles y agaves, pero nosotros aquí estamos, todavía”.

Carlos Martín

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