29.10.09

La incapacidad de la clase gobernante

Rubén Martín

  • 2009-10-29•Acentos

La lista de proyectos truncos o cancelados por la incapacidad de la clase gobernante es tan larga que se escapan todos los casos. Pero podemos hacer el ejercicio empezando con los más recientes: museo Guggenheim en la barranca de Huentitán, presa de Arcediano, suspensión del proyecto de la Villa en el parque Morelos, fracaso del Teatro de la Ciudad (ex cine Variedades), Arcos del Milenio a medio construir, teatro Extra, aeropuerto en Zapopan, Palacio de la Cultura, Torrena… en fin.

La revisión de estos casos y el debate sobre lo que esto implica se impuso esta semana debido a que de golpe se presentaron la cancelación del museo Guggenheim y de Arcediano y el riesgo de que el caprichoso de Mario Vázquez Raña elimine a Guadalajara como sede Panamericana.

Yo incluiría en la lista la posibilidad de que la presa El Zapotillo no se lleve a cabo y que el Macrobús no se concrete tal como lo propone el gobierno estatal.

Hasta ahora el debate se centra en los pleitos que existen entre los grupos políticos o empresariales como factor decisivo para la cancelación de algunos proyectos, pero poco se toma en cuenta el empuje y la energía social de las comunidades que se han opuesto a estas obras o inversiones oficiales que se les han tratado de imponer sin consultarlos.

Hay varios ejemplos: los Juegos Panamericanos se han vendido como la ilusión de hacer una renovación urbana de gran envergadura en Guadalajara. Se ha pensado de manera ilusa o engañosa que los Panamericanos para Guadalajara podrían ser el equivalente de las Olimpiadas de 1992 para Barcelona. Eso es un fraude. Se olvida que los Juegos, como las Olimpiadas, son esencialmente proyectos deportivos organizados con el propósito de obtener beneficios privados, especialmente por el ente organizador privado (la Odepa que regentea Vázquez Raña), y por las empresas patrocinadoras. Pero como para organizar un evento de esta talla se requieren fuertes inversiones públicas, esto se vio como una inmensa oportunidad de negocio para empresarios y gobernantes locales. La pugna por estos intereses, más las resistencias de barrios y grupos sociales locales ante las consecuencias que les acarrean los Juegos, (vecinos del parque Morelos, trabajadoras sexuales, ecologistas en contra de El Disparate) han puesto en predicamento este competencia deportiva privada. Lo relevante es que un proyecto privado que únicamente busca el lucro (¿o la Odepa se mueve por otra razón?) no puede considerarse el proyecto salvador para la ciudad.

Casos semejantes ocurren en el tema del Macrobús o de la presa El Zapotillo: proyectos de gobierno que se venden como la solución de problemas, pero que se diseñan e intentan ejecutar sin considerar y sin consultar a las comunidades supuestamente beneficiadas y que terminan siendo afectadas. Es lo esperable en un gobierno plagado de tecnócratas que cree que la gente común no entiende cosas especializadas. Pero esta ignorancia y subestimación del entendimiento e inteligencia política de la gente hace que los soberbios funcionarios se lleven un chasco.

Más allá de los casos particulares, me parece que la suma de proyectos cancelados o truncos puede leerse en un plano más general como un fracaso y un agotamiento de un modelo de desarrollo, de una visión de sociedad conducida por el la clase gobernante en función de propiciar los intereses privados, por encima de las ideas y necesidades de la gente común.

La gente ya está harta de que para llevar a cabo un proyecto privado como el Guggenheim o Torrena deba ser a costillas de los recursos públicos, la población está harta de que le impongan obras o proyectos de movilidad o hidráulicos sin consultarlos.

En resumen, el fracaso de los gobiernos para sacar adelante sus proyectos revela el agotamiento de un modelo que únicamente busca propiciar el lucro privado y, para amolarla, sin siquiera consultar o tomar en cuenta a la población. Dado que la clase política no tiene siquiera pizca de legitimidad, no es exagerado plantear el fin de este modelo. Es hora de pensar otro que parta de las decisiones autónomas de cada comunidad, pueblo o barrio y en función de un interés general y no el lucro privado. No será un modelo exento de problemas, pero sin duda será mucho más eficaz que la cadena de torpezas que nos ofrece por ahora la clase gobernante.

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