1.7.09

El circo de las elecciones

Invitado

Ismael Rendón Villanueva

Es el tiempo de elecciones, y la temporada del circo llegó nuevamente. Entre pancartas, promocionales, grillos cantores, denostaciones públicas, y cualquier otra bufonada imaginable, los ciudadanos con capacidad de voto, somos atacados y asediados nuevamente por aquellos que, según sus falsas y poco creíbles aspiraciones de poder servir al pueblo, tan afanosamente, e insisto nada creíble, pretenden salvar al país de una ruina inevitable. Ellos se hacen llamar a sí mismos políticos, se erigen como mesías del populacho, dueños de una verdad absolutamente parcial, de soluciones fáciles a problemas de una sociedad de por sí compleja, tambaleante, sola en el laberinto, aquel pintado con letras por Octavio Paz en su libro. Sus nombres calcados en los automotores dan tumbos y piruetas por las calles, brincando como saltimbanquis entre los baches de la ciudad, entre sus caudales de temporal, y entre las obras urbanísticas incumplidas en tiempo.

A eso llamo yo el circo de las elecciones. Para algunos, como el de la voz, los politiqueros nos hacen reír, por sus chistes baratos, por sus actuaciones mal logradas y cantinflescas, a tal grado que una lagrimilla escapa involuntariamente; a otros, los trucos bajo la manga de los actores políticos, los harán llorar inconsolablemente, al haber apoyado una campaña sucia, de falsas promesas, sustentando una idea palpable solo en la mente del creador; otros más, simplemente ni se inmutan, son inmunes a la palabrería barata, a las cuentas de vidrio, a los espejitos que reflejan un México cansado, oprimido, esos ya no creen, para ellos el circo se quedó en la infancia de los algodones de azúcar y de las promesas incumplidas, esos espectadores son peligrosos para los actores del circo, se les han escapado del cautiverio y no representan más un voto potencial.

¿Y el ciudadano qué?, ¿Les importa acaso? El ciudadano para ellos es un espectador del circo, nunca un participante, es un instrumento más en la lucha del poder por el poder, más sofisticado quizá que el de los Césares, pero igual de cruento y absurdo. Por todos lados bombardean al ciudadano con spots publicitarios de radio, televisión o medios impresos, engordando los bolsillos de los empresarios del cuarto poder intocable, que se venden sólo al dinero. Intentan los políticos venderle al ciudadano una idea barata como “primero tú”, o “acción responsable” o que tal una más amarilla como “así si gana la gente”, y eso sólo por mencionar algunos anuncios de las grandes potencias políticas, porque al final la mercadotecnia electoral sólo vende una imagen distorsionada de la verdad, maquillando las verdaderas intenciones.

Los actores políticos pretenden hacer creer al ciudadano cuál es el candidato bueno; venden una historia de cuento como la de aquel que siendo pobre llegó a diputado, o el que siendo homosexual hoy lucha por un escaño público, entre tantas otras, necesitaría varias hojas para contarlas todas. Pero todo da lo mismo, nadie tiene la solución a los grandes problemas sociales de nuestra historia, todos atinan a los problemas, como salud, educación, seguridad, empleo, pero nadie tiene las soluciones palpables, nos dicen el qué, pero casualmente se les olvida el cómo. ¿De verdad esperan que votemos por ellos porque según han dado miles de becas?, ¿o porque proponen pena de muerte a secuestradores, cuando en su momento la Constitución Política lo permitía y no se pronunciaron al respecto? Eso es oportunismo. A veces pienso que los políticos no tienen una verdadera dimensión de los grandes problemas que aquejan nuestra nación, saque el lector sus propias conclusiones.

Pero yo, como muchos otros ciudadanos, hemos despertado del aletargamiento, en el cual nos tenían representando un sueño de fantasía. Hoy pugnamos por una patria honrada y generosa, de librepensadores, de ciudadanos con criterio propio, convertidos de ovejas a pastores y dueños de sus propias vidas, de sus propias acciones, emancipados de dogmas, desligados de las pasiones, conscientes del terruño que habitan y de las personas con las cuales conviven, afanándose por vivir libres conforme a las buenas costumbres.

La sociedad despierta, no hay marcha atrás. Hoy la función se hace bien o se terminan los ingresos por taquilla de cargos públicos, hoy se termina la venta de palomitas rancias, encajonadas como los proyectos de nación. Los ciudadanos y no ciudadanos, aquellos con capacidad suficiente de razonar deben hacerse una crítica certera ¿qué hemos hecho nosotros por nuestro país? Definitivamente apoyar a los actores del circo no es una buena idea. En el circo veré animales, pero prometo no volver a alimentarlos.

Votar o no votar, esa es la elección.

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