7.12.08

JORGE GÓMEZ NAREDO

Deuda sin austeridad

Emilio González Márquez tiene varias facetas. Una de ellas es la de gobernador de “las mentadas”. Sí, el actual titular del Ejecutivo estatal pasará a la historia por ser uno de los únicos funcionarios públicos que les ha dicho a sus gobernados “chinguen a su madre”. Seguramente muchos alcaldes, diputados, senadores, presidentes de la nación, etcétera, lo dicen (y por supuesto que lo piensan), pero jamás ante un nutrido auditorio y con reporteros y cámaras de televisión enfrente.

Esta característica de González Márquez no es la única, tiene muchas más. Por ejemplo, es el gobernador de las buenas costumbres. Desde el inicio de su administración ha pugnado porque los jóvenes no tengan relaciones sexuales fuera del matrimonio: su administración, alguna vez lo dijo, no les iba a pagar el six de cervezas ni los condones a quienes buscaran explayarse sentimentalmente en un motel. Pero eso no es todo, hay más: González Márquez se ha caracterizado por tratar de inocular sus ideas religiosas a todos los jaliscienses y a quienes visitan esta región. Hace unos días su administración publicó, en edición de lujo, el libro Los cristeros: textos, documentos y fotografías, una obra que nos deleita con un prólogo del mandatario y una introducción de su asesor religioso: el secretario general de Gobierno, Fernando Guzmán Pérez Peláez. Este último personaje ha dicho del libro: “a semejanza de la lucha de Madero en pro del ideal democrático, la Cristiada es una lucha en pro de la libertad religiosa, cuyo escenario inicial ha sido Jalisco, que en este campo ha librado su mejor batalla”. Las tradiciones liberal y de izquierda que han sido muchas y muy fructíferas en el estado, en una sola declaración, han sido eliminadas. Así se las gastan estos panistas.

Pero esto no se termina aquí. González Márquez también se caracteriza por su insensibilidad y sus mentiras. Lo ha demostrado muchas veces: con los pobladores de Temacapulín y de El Salto, con quienes se manifiestan en contra de sus constantes dispendios, con quienes piden justicia y con quienes desean mayor igualdad. El gobernador se muestra insensible, alejado de la realidad, esa realidad que les duele a cientos de miles de jaliscienses.

Ahora González Márquez nos sorprende una vez más: ha inaugurado una nueva faceta, la de gobernador de las deudas. El martes pasado el PAN hizo sentir su mayoría en el Congreso local y aprobó, irresponsablemente, la deuda pública que el Ejecutivo había solicitado: 5 mil 500 millones de pesos. Los discursos de austeridad quedaron atrás, y quedaron atrás porque fueron sólo eso: discursos.

Pero, ¿por qué pedir prestado?, ¿por qué buscar denodadamente un empréstito?, ¿acaso González Márquez no se ha dado cuenta que hoy, en México y en el mundo entero, se experimenta una crisis económica de la cual no se saben aún sus dimensiones? Los diputados panistas y el Ejecutivo estatal justificaron la deuda una y otra vez: habrá obra pública, los municipios recibirán montones de dinero, se crearán más y más empleos, se construirán carreteras, se edificarán hospitales, se invertirá en educación pública (en la básica, media y superior), se multiplicará la infraestructura deportiva y el turismo se incrementará a pasos agigantados. Sí, con el préstamo todo irá bien: Jalisco será uno y el gobierno panista llegará con muchos centavos a 2009, un año electoral.

Los créditos no son del todo malos: muchas veces ayudan. Pueden fortalecer un área en específico o desarrollar un proyecto importante para una comunidad. Sin embargo, no es viable ni ético pedir préstamos cuando nunca se ha elaborado un plan de austeridad eficiente. Y el gobernador de Jalisco no ha abonado para que la austeridad se dé y sea un principio rector en su administración. ¿Con qué calidad moral González Márquez busca pedir prestado cuando su gestión se ha caracterizado por el dispendio desmesurado?, ¿no sería mejor aplicar un plan de austeridad en lugar de contratar deuda? Si se bajaran los sueldos los altos funcionarios, si no vivieran con el lujo que se obtiene al ser parte de la elite política, si los gastos en viajes internacionales, comilonas y demás suntuosidades se rebajaran, ¿ese dinero ahorrado no se podría utilizar en proyectos sociales? ¿Por qué la necedad de contratar deuda pública cuando se pueden conseguir muchos recursos si hubiera un verdadero plan de moderación económica entre los funcionarios de alto nivel?

Pero la austeridad no solamente sería para el Ejecutivo. Desde el Poder Legislativo se buscó impedir la contratación de deuda pública, pero no se planteó elaborar un plan de ahorro eficiente. Así pues, muchas de las críticas de la oposición resultan hipócritas y hasta cínicas. Y qué decir del Poder Judicial: ¿cuánto se podría ahorrar si los sueldos no fueran tan altos y la vida de los funcionarios tan lujosa? No cabe duda, vivimos en un país donde existe un gobierno rico y un pueblo pobre. La pregunta que queda en el aire es, ¿hasta cuándo?

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