19.2.08

La muerte

Por

Ivabelle Arroyo Mural



(19-Feb-2008).-

Un jalisciense de sólo ocho años de edad ha provocado la estupefacción general ante una emergencia que no era secreta. ¡Pero cómo! ¿Está contaminado el río Santiago? No es posible. Si un menor murió deben existir otras causas. ¿No? Qué extraño. ¿A qué hora pasó eso? Quizá muchos creyeron que el informe titulado Mártires del Río Santiago era una apología católica y no un alarmante registro de muerte.

El río Santiago es uno de los ríos más contaminados del mundo. No de Jalisco, no del País. Del mundo. Mónica Pérez Taylor lo ha dicho aquí en MURAL, aquí en las páginas de opinión, por lo menos una decena de veces. En su último artículo, recordó a quienes alegan ceguera que el Santiago es el segundo río más contaminado de México y que está considerado como la cuarta emergencia ambiental del mundo.

Qué bien. Jalisco va bajando en todas las listas de competencia educativa y económica, pero sube en los rankings que miden la porquería. Sin embargo, no se necesitan esas tablas de honor: todos saben lo que está sucediendo con el medio ambiente en el Estado y no sólo se trata del Río Santiago.

Miguel Ángel murió el 13 de febrero, y todo indica que efectivamente murió intoxicado por el arsénico que trasladan las aguas del río. De inmediato la Comisión Estatal del Agua comenzó a tomar muestras, para actualizar sus registros de contaminación, que de por sí no eran optimistas. Si al final del día resulta que la muerte del pequeño no fue provocada directamente por las porquerías que lleva el afluente, no habrá ningún motivo para alegrarse, respirar tranquilos y dormir como antes, pues más pronto que tarde, la muerte será otra vez compañera del Santiago.

Por lo menos 26 empresas vierten desechos en el Ahogado y éstos van a parar al río de marras, según la Comisión Estatal del Agua. Incluso las empresas que han cumplido con pagar y operar plantas de tratamiento, terminan por aventar los lodos a los afluentes, así que de poco o nada sirve su artificial cooperación con el entorno. Cada día es más peligroso vivir en El Salto, en Juanacatlán y, para el caso, en la zona metropolitana de Guadalajara.

Por eso es un acierto que la Procuraduría General de Justicia del Estado y no las bien intencionadas pero inútiles dependencias ambientales, haya sido llamada a investigar el caso. Bueno sería, aunque es poco probable, que no estuviese indagando la muerte de Miguel Ángel como un hecho aislado, sino como la manifestación de un lento y progresivo homicidio imprudencial masivo. En Juanacatlán hay decenas de casos: el cáncer ha hecho estragos entre las familias que respiran las bonitas nevadas blancas que el viento arranca a la mortal espuma del río, y uno tras otro Alcalde sólo aciertan a decir que no hay evidencia directa de que el mal nade en el río. Los niños de una escuela junto al río, aquella que recibe las más bonitas nevadas a las que se alude, tienen la cara llagada, pero no hay evidencia directa.

El propio Gobernador hizo muecas en sus primeras visitas a esa zona. Le olió mal todo el asunto y se preguntó públicamente cómo hacían para vivir ahí. El titular del Ejecutivo sabe indignarse, sabe preguntarse, sabe compartir dolor, pero ignora cómo actuar.

La Asociación de Industriales de El Salto también hace lo suyo: pone el grito en el cielo cuando las empresas se quedan sin gas y denuncia a los constructores que pretenden llevar a más familias a una zona contaminada, pero no contribuyen a reducir el peligro. Los 9 mil millones de dólares que ese corredor genera anualmente como ingresos son una ilusión que poco ha dejado en la zona. No es sólo responsabilidad de los empresarios: el capital es ciego y el mercado exigente. Los lugareños no cumplen con los requisitos educativos que las maquiladoras industriales requieren, así que de todas las cosas que las industrias traen consigo, en el lugar sólo se quedan las malas.

La solución no estriba en un tubo que aísle los metales pesados que trae el río, o las aguas residuales, como ya aclararon los expertos. La solución estriba en un nuevo acuerdo social que enmarque el crecimiento económico en una libertad responsable. El Gobierno de Jalisco tiene que dejar de ser una patrona de burdel que vende baratas a las prostitutas del local mientras lee la Biblia en sus ratos libres y estorba todo lo que puede la creación de negocios locales de verdad. Los empresarios jaliscienses deben dejar su actitud apocada y sus grandiosos planes para construir cimientos y ponerse a trabajar con orgullo en el Estado en el que hoy viven. Los jaliscienses todos deben elevar sus niveles de exigencia a sí mismos para perder el miedo a que sus nietos mueran aquí.

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