22.1.08

El Salto y Juanacatlán: Historias de un Chernobyl mexicano.

En El Salto y Juanacatlán, Jalisco, el cáncer es tan notorio como la contaminación del río Santiago que divide ambos municipios: 120 casos ha registrado una asociación en tan solo nueve meses. Le ha ahorrado el trabajo a la Secretaría de Salud del Estado, que rehúsa iniciar un diagnóstico en el lugar


Mauricio Ferrer


“Si quiere tener cáncer, véngase al Salto, en 2-3 años ya lo tiene”, me aseguró Ana María Gutiérrez el pasado 31 de julio al término de un viaje a bordo de un camión de la ruta Guadalajara-El Salto, en Jalisco, México.

Ana María, una mujer de unos 50 años, se dedica a vender, de casa en casa, productos de nutrición en poblados como Chapala, Juanacatlán y el mismo Salto. Ese día, llevaba la mercancía en uno de esos carritos que se utilizan para ir al tianguis, y en un bolso de Stanhome. Cuando bajó del autobús, Ana María estaba ya encabronada por la conversación que sostuvo con otro pasajero durante casi 20 minutos de recorrido. La apatía del hombre ante la contaminación del Río Santiago -que divide y hermana a El Salto y Juanacatlán- había provocado en la mujer tal ira, que los niveles de su voz subieron y que la siesta de algunos viajeros se interrumpiera ante tal discusión.

-¡Es que no hay conciencia de la contaminación señor!, decía Ana María.

-Pero mire seño, las frutas con intoxicantes (sic) las come uno en todos lados…manifestaba el hombre con una resignación que se materializaba en el chasquido de sus labios.

-¡Sí! Pero si fuera nomás eso, no habría tantos casos de cáncer y diabetes aquí en El Salto…fue lo último que pronunció Ana María antes de tocar el timbre y bajarse del autobús.

Al pisar tierra me le acerqué y me advirtió que, si mi intención era enfermarme de cáncer, pues que me fuera a vivir en ese lugar del occidente de México que alberga –entre los dos municipios-, a poco más de 120 mil personas, según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática.

“Diario hay de 3 a 4 muertos que se entierran…y usted pregunta: ¿de qué murió? ¡Cáncer! ¡Todos mueren de cáncer!”.

Y tiene más qué decir: “El Salto es una bomba, es dinamita”, “los índices son altos, hay enfermedades degenerativas, diabetes y enfermedades raras en los niños hasta por ir a la escuela que está junto al río”.

El río es el Santiago. Nace en el lago de Chapala, a unos 4 kilómetros de Ocotlán. De ahí, sus aguas fluyen 475 kilómetros hasta Nayarit y desembocan en el Océano Pacífico.

De acuerdo al Inventario de Descargas en Jalisco de la Gerencia Regional de la Comisión Nacional del Agua, hay 280 descargas identificadas; 266 vierten sus aguas al Santiago. El mayor flujo lo aporta la industria química farmacéutica. Le siguen la de alimentos y bebidas, la textil, la de celulosa y papel, y la tequilera. Las fábricas que más tiran son Celanese Mexicana, Ciba Especialidades Químicas, IBM, Nestlé, Industrias Ocotlán y Harinera de Maíz de Jalisco.

La revolución industrial de El Salto inició en 1906. La fábrica que abriría las puertas del lugar a otras fue Nunatex, que aprovechaba la cascada para generar energía eléctrica. En 1935 llegó Nestlé. Para 1947, Celanese iniciaba operaciones. Y en 1965 llegaría Ciba-Geigy (ahora Ciba Especialidades Químicas).

“Para muchos pobladores de la zona esta última empresa es identificada con la pérdida de vida en el río y se cuenta cómo, después de establecerse la fábrica, corría el río de colores: rojo, morado, etcétera”, así lo documenta el estudio Mártires del Río Santiago, dado a conocer en abril de 2007 por el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC).

Según los testimonios de los lugareños, recabados por el IMDEC, había variedad de peces: blanco, carpa, bagre; variedad de vegetales; maíz, frijol, trigo, sorbo, garbanzo, jitomates, cebollas, calabacitas, coles, lechugas, zanahorias; variedad de frutas: mangos, guayabas, duraznos, ciruelas, manzanas, peras, sandía, melón; variedad de actividades: ganadería, pesca, restaurantes a la orilla del río.

Ahora…ahora, todo se resume en las palabras de “El amarillo”, un habitante de El Salto: “antes no había dinero, pero había qué comer. Ahora hay dinero, pero no hay qué comer”.

Y es que, “una noche, hace poco más de 30 años, un olor horrible invadió al pueblo entero. Al día siguiente, el río llevaba una carga de muerte: miles de peces flotaban sin vida en sus aguas. Desde entonces, ese olor nos invade con mucha frecuencia. Hay noches, como es tan fuerte la pestilencia, que tenemos que levantarnos a tapar con toallas mojadas las hendiduras de las puertas y ventanas para que no penetre”, reza el prólogo de Estela Cervantes Navarro en la investigación del IMDEC.

Es el olor del ácido sulfhídrico, contaminante número uno del Santiago. Es el olor que penetra hasta el tuétano, desde que uno pasa la delgada línea fronteriza entre Tlaquepaque y El Salto. Es el olor que me ocasiona dolor de cabeza y un lagrimeo involuntario desde que llego al lugar. Es el olor que se impregna en mi ropa y en mi cuerpo cuando me retiro del sitio. Un olor que me azota, del encabronamiento total hasta la tristeza por la impotencia de no poder hacer más por la gente con la que he platicado por cerca de tres semanas y que me ha contado historias de terror, de depredación, de enfermedad, de desesperanza…de resignación.

Y los “Mártires del Río Blanco” no pueden hacer nada ante ese olor. “Mártires”, es la escuela de la que me habló Ana María. Está a orillas del Santiago. En la parte de la cascada, la que fue bautizada como “El Niágara mexicano” por el esplendor que emanaba. Ahora, despide una espuma que lleva consigo la muerte. Una espuma no natural, prefabricada con ácido sulfhídrico, y con su aroma a “huevo podrido” que produce náuseas.

En 2006, el médico de la Unidad de Medicina Familiar 34 del Instituto Mexicano del Seguro Social, Francisco Javier Parra Cervantes, presentó los resultados de un estudio realizado a niños expuestos al ácido sulfhídrico y de niños no expuestos a éste.

El primer grupo de observación fueron estudiantes de la “Mártires” (grupo A). El segundo (grupo B), de otro plantel escolar, retirado del río. Los resultados fueron: en cuanto a la saturación de oxígeno, el grupo A presentó un porcentaje de hasta un 95% en comparación con el B. La tos fue mayor en el grupo A con un 45% a diferencia del B con un 23%. La secreción nasal alcanzó un 59% en el A contra un 21% del B.

En el aparato neurológico, el especialista determinó que el grupo A tiene una mayor irritabilidad con un 80% contra un 18% del B. El dolor de cabeza llegó a un 51% del grupo A mientras el B sólo un 21%.

En sintomatología general, la fatiga apareció en un 38% de los niños del grupo A; el B, presentó un 8%. En visitas a consultas médicas, 37% del grupo A contra un 13% del B.

El síntoma más frecuente en el grupo de los menores expuestos a la contaminación del Río Santiago, es la disminución transitoria del nivel de conciencia. Al menos en el 75% de los casos, según el estudio del galeno.

“La toxicidad del ácido sulfhídrico es similar a la del cianuro, bloquea la capacidad de carga del oxígeno de la sangre, inhibe el centro respiratorio en el cerebro y bloquea el metabolismo aerobio de las células. Los ojos, pulmones y el sistema nervioso (cerebro) son órgano blanco en seres humanos”.

Esto sólo por la exposición al ácido sulfhídrico. De los demás contaminantes se desconocen investigaciones. Lo que no se ignora son las historias.

La doctora Adriana Parra Cervantes recuerda: “hace unos años me llamó la atención que en una misma calle, la Jalisco, se presentaron tres casos de anencefalia, una malformación en la que no se desarrolla la bóveda craneal del producto”. El resultado: ausencia parcial o total del cerebro. Al nacer, el producto muere en no más de 24 horas.

Los casos de anencefalia eran de “tres personas que no son familia y que en sus antecedentes no existía ese tipo de malformaciones”.

-“Estos casos ¿se deben a la alta contaminación aquí en El Salto?” Le pregunto.

-“Podría ser, pero no hay una investigación que lo avale”, aclara.

En 1999, la Agencia para el Registro de Sustancias Tóxicas y Desastres de Estados Unidos, presentó resultados de un estudio hecho entre 1983 y 1988 en California sobre casos de malformaciones congénitas en grupos de minorías raciales y étnicas expuestos a sitios contaminados.

Fueron 14 mil niños con malformaciones congénitas a los que se observaron. Resultado: “el riesgo de anencefalia fue significativamente más elevado en niños cuyas madres vivieron cerca de sitios contaminados con COV (Compuestos Orgánicos Volátiles), plaguicidas, cianuro y H2S (ÁCIDO SULFHÍDRICO)”.

Eso fue en “el otro lado”. Pero acá, en la calle Jalisco, en El Salto, un drenaje pasa con absoluto silencio por debajo de las casas.

“Lo taparon nomás (el drenaje) y construyeron encima de él. O sea…que el primer piso de las casas…de ahí de la Jalisco es como el primer piso…o sea, que si vas al baño ya tienes ahí línea directa con el drenaje que va a parar al río”, me comenta Enrique Enciso, presidente de la asociación ecologista El Salto de Vida.

Al igual que el drenaje tapado, los lodos del río obstruyen toda posibilidad de vida.

En 2004, el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) en convenio con la Comisión Estatal de Agua (CEA) realizó el Estudio para la caracterización de los lodos de los ríos Verde y Santiago. Punto de muestreo fue la hedionda cascada de El Salto-Juanacatlán. Benceno, bencenos clorados y bencenos sustituidos fueron los que abundaron. El benceno es un potente cancerígeno según la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer.

En los lodos del Santiago, se concentran además metales pesados como plomo, cromo, cobalto y mercurio. “Arsénico y cromo son sustancias cancerígenas. Mercurio y plomo afectan el sistema nervioso”, según el IMDEC.

En 2005, dentro de la XVI Semana de la Investigación Científica del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) un grupo de académicos presentó un adelanto de una investigación hecha en pozos domiciliarios de El Salto y Juanacatlán. Fueron 10 puntos de los que se tomaron muestras por 6 semanas de acuerdo a la norma NOM-014-SSA1-1993.

“Contaminación por nitratos en esos pozos”, fue la conclusión.

Más adelante se lee: “Existen antecedentes, donde niveles altos de nitratos en el agua potable pueden causar efectos tales como hipertensión, mortalidad infantil creciente, defectos de nacimiento en sistema nervioso central, diabetes, abortos espontáneos, infecciones en la zona respiratoria, cambios al sistema inmune así como CÁNCER”. Punto.

“Horóscopos de hoy. Cáncer: este día, joderás a unos cuantos de El Salto…”

Las cifras de cáncer en El Salto y Juanacatlán, “no son distintas a las del estado y la gente sólo tiene algunos problemas en las vías respiratorias”, dijo el secretario de Salud en Jalisco, el panista Alfonso Gutiérrez Carranza, así lo informó el día 17 de agosto el diario Público.

—“¿Ha comenzado la SSJ un diagnóstico sanitario en El Salto y Juanacatlán?”, le preguntó al funcionario la reportera del rotativo, Vanesa Robles.

—“Eso le toca a los de Medio Ambiente. No me corresponde a mí. El canal les toca a los de agua...”

—“Pero, ¿la salud de las personas que viven cerca?”

—“Los habitantes están bien, porque [sólo] tienen algunos problemas de las vías respiratorias. Se les está atendiendo. Revisamos las estadísticas y no hay movimientos fuertes en las cuestiones del cáncer”.

El último Registro Estatal de Cáncer de la SSJ, disponible en Internet, data de 2005 y documenta sólo 47 casos en El Salto. La población se ubica en el sitio 12 de los municipios con este padecimiento en la entidad.

Según Público, la SSJ no planea hacer estudios en la zona por que “ellos [los habitantes de ambos municipios] de eso se han agarrado, de ese tema, que porque murió alguien, pero no me dan nombres específicos y no puedo investigar más. Yo estuve en Juanacatlán y no hubo algo que me demostraran, que me dijeran: mira, aquí está la estadística”.

¿Quiere estadísticas el señor? Que se las pida a la asociación civil Comité Ciudadano de Defensa Ambiental de El Salto que en tan solo nueve meses de trabajo ha documentado alrededor de 120 casos de cáncer en la zona y le ha ahorrado la chamba a la SSJ.

“Fuimos a las colonias y empezamos a ver casos muy similares.Tenemos cerca de 120 casos registrados de cáncer”, asegura Raúl Muñoz, presidente de la ONG.

“Hay 42 casos en la cabecera municipal de El Salto. El resto está en las delegaciones. La muestra más grande está desde El Castillo hasta San José del Quince, en todo lo que es la presa de El Ahogado, allí hay unos 75 casos”.

Raúl Muñoz comenta que ha conocido también dos casos de anencefalia de “madres muy jóvenes que no pasan ni los 25 años”.

Y narra: “cuando uno va preguntando, la gente, las asociaciones de vecinos, le dicen a uno que en tal casa hay otro caso (de cáncer) y así se van presentando los casos, en una cuadra hasta 4 ó 5 casos de cáncer existen”.

En menos de un año, cada fin de semana, unas 18 personas han hecho lo que la SSJ no ha hecho ni pretende hacer a pesar de que en marzo de 2006, el entonces titular de la dependencia, José de Jesús Becerra Soto se comprometió con el municipio a efectuar un diagnóstico situacional de salud, asegura ex directora de El Salto, Graciela González.

“Yo le insistí, hasta me peleé con él”, dice Graciela. Y ganó: Becerra Soto accedió. El ex funcionario destinó a la región sanitaria 11 tal labor.

A principios de agosto solicité información de dicho estudio en la oficina de comunicación social de la SSJ. “No hay información al respecto”, fue la respuesta.

Mediante la Ley de Transparencia volví a pedir la información el 3 de agosto. El 8 de agosto, la respuesta fue la misma…negativa.

Fuentes extraoficiales confirman que, con el cambio de gobierno y de administración, ese estudio “se paró”.

Sobre el “convenio” –así marca la SSJ en su respuesta- que hizo el ex secretario de salud, el organismo dice que “no existe ningún antecedente que avale dicho acuerdo”.

El 17 de julio de 2006, de acuerdo con la nota del reportero Santiago Espinoza, del noticiero Hechos Jalisco, la ex presidenta municipal de El Salto, la panista Bertha Alica Moreno, mandó una petición a la SSJ para conocer si el agua era generadora de enfermedades.

“Personas sanas que están ahorita, en quince días les da un cáncer fulminante. En realidad no sabemos el porqué, pero sí es necesario por lo menos saber si de veras el causante es la contaminación del municipio…solicitamos a la SSJ que se hiciera un estudio para saber por qué están las personas enfermas, la causa, el porqué y de las personas que han muerto de cáncer”.

El 16 de diciembre de 2006, la asociación Vida, de Juanacatlán, envió a la entonces delegada de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, Martha Ruth del Toro, una denuncia por la contaminación del río que se archivó con el número de expediente 2003/12/532/63.

La funcionaria –ahora secretaria de Medio Ambiente en Jalisco-, respondió: “hemos procedido a turnar el caso a la Subdelegación de Auditoría Ambiental de esta Delegación, a la Gerencia Regional Lerma-Santiago-Pacífico de la Comisión Nacional del Agua y a la Secretaría de Salud en el Estado, a fin de que en la esfera de sus competencias procedan como corresponda”.

Puras contradicciones. Un día antes, el 15 de diciembre de 2003, desde México, la Profepa contestó que la misma denuncia, enviada a instancias federales el 12 de febrero de ese año, había sido “concluida, por la inexistencia de infracción a la normatividad ambiental”. Por el contrario, la CNA reconoció en noviembre de ese mismo año que el agua del río, en el tramo comprendido entre los dos municipios se encuentra “altamente contaminado” y que solo sirve para uso industrial y agrícola restringido.

Y nada, no pasa nada. El río…sigue corriendo.

El hartazgo de ser una cloaca de otros

La gente de El Salto y Juanacatlán está harta. Está harta del río, del olor a “huevo podrido”, del cáncer, de los zancudos mutantes que han sido los únicos sobrevivientes a esas aguas. La gente está harta de promesas de campaña, de que los ignoren, de que les manden autoridades de menor rango para platicar con ellos.

La gente está harta de que la gente de la Zona Metropolitana de Guadalajara tire su basura ahí, donde ellos riegan sus hortalizas. Está harta que los de acá, tiremos nuestros desperdicios de pastas de dientes, de champú, de papel de baño, de mierda, en las aguas en donde ellos se bañaban y se divertían.

Harto, harto está el Salto de que a sus niños les salgan en los paladares “una bolita tipo coliflor”, que los invadan “hongos en las manos, en los ojos, en las rodillas”.

Los habitantes de El Salto están hasta la madre de saber que usan sus tierras para hacer fraccionamientos y que eso representa más contaminación. Están hasta la madre del dolor de cabeza crónico como lo estoy yo cada que voy y regreso de esos rumbos.

Están hasta la chingada de su misma resignación y de la impunidad que gozan aquellos que les destruyeron su hábitat.

La gente de El Salto y Juanacatlán están hartos de esas historias propias de un Chernóbyl mexicano. Hartos de presenciar la muerte del vecino, del hermano, de la madre, del amigo.

Pero sobre todo, están hartos de la incertidumbre…de pensar ¿cuándo me va a dar a mí cáncer?